Siguiendo la pauta de libro - música, hoy toca hablar de música, y lo voy ha hacer con un hombre que tuve la suerte de conocerlo personalmente, en el Teatro Principal de mi ciudad, Valencia (España).
Mi memoria, ya muy vapuleada, no me deja recordar en qué año fue, pero por si alguien estuvo en aquel evento recordará que actuó junto a un niño con una voz angelical y que él apadrinó.
A pesar de estar en el gallinero del teatro, podía distinguir su vestimenta de gaucho. Su voz desgarrada y clara cantaba poesías directas y lanzadas cual dardo.
Como dije al principio lo conocí personalmente puesto que al terminar su actuación recorrí, junto con un amigo, con prisas y huyendo de la seguridad, los pasillos del teatro centenario hasta llegar al camerino donde se encontraba el gran gaucho.
Digo “gran” porque no os podéis imaginar lo grandote que era (si no medía dos metros le andaba cerca). Sudoroso, con una toalla en el cuello, con un Mate en su mano y una gran sonrisa en el cara nos indicó que entráramos a pesar de los gestos negativos de su representante (que velaba por su seguridad).
Estuvimos hablando, charlando mas bien, sobre nuestros estudios, pues éramos jóvenes, y su Pampa, a la que nos dimos cuenta que adoraba. Se interesó por nuestros estudios musicales cuando se percató que tocábamos en una banda de música. Fueron unos minutos inolvidables (entre quince y treinta).
Tiempo después oí en las noticias que había sido asesinado, mientras paseaba con su caballo, de varios tiros, los asesinos necesitaron “varios” para acabar con su vida.
Posiblemente no os guste la canción denuncia, ni la protesta, y posiblemente la argentina, pero la calidad de sus poesías era indiscutible y su música también.
Os recomiendo que paséis por algún lugar de las redes sociales y escuchéis sus canciones, su voz desgarrada y su espíritu.
Dicen que una persona no muere hasta que se olvidan de ella. Él vivirá siempre.